EL MÁRMOL TRAVERTINO O LA LEVEDAD SUGERIDA DE SUS ESPONJOSOS VACIOS
DIVULGATIVO
ETIMOLOGÍA
Cómo y dónde surge la palabra travertino.
Originariamente conocida como piedra Tiburtina, y a su vez esta, como una derivación del término latino "lapis tiburtinus", o también, piedra de Tibur, nombre antiguo con el que era designada la ciudad actual de Tivoli, lo que da cuenta de su indisputable origen toponímico; ubicada dentro de la provincia de Roma, en la región de Lacio y junto a la margen izquierda del rio Aniene. La palabra travertino que ha llegado hasta nuestros días, no es más que una corrupción léxica sobrevenida, casi con toda seguridad, durante el Medievo. Coloquialmente se la conoce en algunos lugares como piedra de corcho, debido a su característico y particular aspecto esponjoso.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Primeras menciones.
Una de las primeras referencias escritas de las que se tiene noticia, nos la ofrece el geógrafo griego Estrabón, en su libro V de Geografía, donde ya menciona: que el transporte de "lapis tiburtino" a Roma fue fluido y abundante: "fácil por tierra y por mar".
Es a partir del periodo comprendido entre los siglos II y III a.C. cuando el travertino se convierte en material de deseo para la arquitectura romana antigua. La extracción de travertino empieza hacerse muy habitual y las mayores y más importantes proveedoras de estas reservas serán: la cantera del Barco, en el municipio de Tivoli, de donde saldrá la mayor parte del material utilizado en las construcciones de la Roma de los césares, y más al norte, para época posterior, Fosse, en el municipio de Guidonia-Montecelio, de donde se extraerá todo la piedra necesaria para las grandes obras de la Roma papal desde el siglo XVI. Buen ejemplo del primero, es el "Templo de Portunus", donde los arquitrabes estaban formados por arcos planos de toba, pero ahora, ya sustentados sobre columnas de travertino.
De la antigüedad Clásica al Renacimiento.
A mediados del siglo I, poco tiempo después de la época Augusta, y aún, bajo la estrecha influencia estética del mármol en la construcción de templos, como arquetipo heredado del mundo clásico heleno, el travertino empieza a enseñorearse del paisaje urbano romano mediante un nuevo y vigoroso lenguaje arquitectónico.
Durante la dinastía Flavia, entre los períodos Vespasiano y Domiciano, verá la luz la obra masiva que mejor expresa el mérito constructivo del travertino, estamos hablando del Coliseo romano, una exaltación de la monumentalidad desconocida hasta ese momento, y enfatizada por la armónica integridad que proveen las obsesivas secuencias de sus arcos atrapados, en el claroscuro de sombras que proyecta la encendida luz de sus texturas.
Coliseo romano fachada del anillo exterior enteramente construida en travertino |
La caída del Imperio, y su posterior decadencia, darán lugar, tras el abandono de su extracción y el cierre de las canteras, a una época de relativa oscuridad, incapaz de retomar el pulso constructivo del travertino hasta bien entrado el siglo XV, fruto de la evocadora revisión que del mundo Antiguo gestará la conciencia del Renacimiento.
Una buena muestra de ello será el "Palazzo Barbo" en Venecia, dominado por la serena elegancia de su patio interior, dispuesto en galerías de doble planta con arcos porticados y completamente edificado en travertino, donde quedan de manifiesto los fundamentos arquitectónicos asociados a la estética del Coliseo romano, retomando así, un prestigio ganado a la antigüedad pero sustanciado en unas formas mucho más estilizadas y consecuentes con el humanismo imperante de la época.
Para entonces el travertino volverá hacerse fuerte en los frentes de fachada de la ciudad de Roma, émulas de glorias pasadas, y de las que en adelante la arquitectura eclesiástica será el paradigma constructivo del que se nutra el grueso de las futuras edificaciones en piedra travertina.
Durante el pontificado de Sixto IV, Roma queda convertida en la ciudad del travertino, y su iglesia de "Santa María del Poppolo" en toda una declaración de intenciones, por tratarse de la primera iglesia renacentista enteramente construida en travertino, dando prólogo a un modelo de construcción que no dejará de crecer durante todo este siglo y el siguiente, articulando un invaluable patrimonio artístico, sostenido en la robusta dinámica que desprenden las fuerza plásticas del travertino.
Arcos porticados de travertino "Palazzo Barbo". Venecia |
Bramante es uno de los que sucumbe a ella, en el pulso medido entre fuerzas de granito y travertino que encierra su "Templete de San Pietro in Montorio", formalmente una de las más depuradas obras del clasicismo renacentista, por su extremada pureza conceptual y una alegoría de formas cilíndricas que desprecian la medida. Otro tanto sucede con Bernini y la fastuosa columnata de San Pedro en la Plaza del Vaticano, con toda seguridad la creación más sobria de la Roma barroca. Desatada sobre la monumentalidad de sus 44.000 metros cúbicos de travertino, distribuido en sus 284 columnas dóricas de 16 metros de altura desplegadas en un juego de ilusión visual donde las columnas aumentan gradualmente su tamaño hacia el exterior para corregir la distorsión óptica de sus proporciones cuando son observadas desde la lejanía.
Pero si hay un artista que acredita sobrado prestigio al travertino en razón de su ascendiente artístico en el contexto de la historia universal del arte, este no es otro que Miguel Ángel Buonarroti. De obligada mención son los trabajos realizados en piedra travertina en el patio interior de la "Casa Farnese": ventanas, máscaras, cestas de una primorosa y delicada ejecución técnica difícilmente alcanzada en la arquitectura civil del momento, y por supuesto, la pericia y destreza desempeñada en los marcos que rodean el ábside de la Basílica de San Pedro, donde las uniones de sus anclajes apenas perceptibles dotan a todo el conjunto de un continuo espacial tan etéreo que hace rebosar la ingravidez de los espacios. Así es como autores y obras, al abrigo cómplice de las distintas épocas y diferentes sensibilidades, han ido construyendo el relato épico que sostiene la milenaria historia del travertino, como testigo mudo de la inquietud constructora que ha acompañado al hombre a lo largo de su historia, en un correlato de huellas permanentes que parecen querer mediar entre su condición mortal y el anhelo metafísico de un horizonte inmortal.
Columnata de San Pedro y sus 44.000 m³ de travertino alojados en sus columnas |
Génesis y formación.
Geológicamente la mayoría de los travertinos son formaciones yacimentales de origen Cuaternario. Sus depósitos se consolidan cuando aguas ricas en bicarbonatos liberan dióxido de carbono a la atmósfera y a los organismos vegetales fotosintéticos. El reequilibrio posterior de esta reacción química conocido como fenómeno kárstico -relieves de terreno creados por meteorización química de algunas rocas- implica la precipitación de carbonato cálcico, dando lugar dicha precipitación a laminaciones sedimentarias que crecen con velocidades variables. Esta compleja cimentación requiere de un largo periodo de tiempo pudiendo crear extensiones kilométricas, las hay entorno al medio centenar, y espesores superiores a los cien metros.
Desde un punto de vista geológico se reconocen dos tipos principales: los travertinos térmicos y los formados por aguas frías. Los primeros resultan de la precipitación de sales en aguas mineralizadas calientes, su ulterior enfriamiento, sumada a la diferente presión entre la atmósfera y el sistema acuífero térmico, provocan intensos fenómenos en las inmediaciones de las emergencias, produciendo placas de travertino muy extensas, bajo estas condiciones, la participación en el proceso de precipitación de la vegetación es muy modesta. Este tipo de travertino es muy común en el centro de Italia debido a la presencia de aguas termales asociadas a vulcanismos recientes.
Los segundos se asocian a masas de agua fría, generalmente manantiales, ríos o lagos. El enriquecimiento del agua subterránea con bicarbonato de calcio está en equilibrio con la presión del dióxido de carbono en los suelos que es más alta que en la atmósfera, cuando el agua subterránea se encuentra con la luz del día, la cantidad de dióxido de carbono se reequilibra con la presión parcial del mismo gas en la atmósfera, la pérdida de dióxido de carbono empuja el equilibrio kárstico hacía la precipitación de carbonato cálcico, con la formación de incrustaciones de calcita. La pérdida de dióxido de carbono es más abundante cerca de las fuentes y en correspondencia con saltos, cascadas y rápidos, donde se favorece la agitación de las aguas, una contribución adicional a la pérdida de dióxido de carbono, y por tanto a la precipitación proveniente de los organismos fotosintéticos asociados con este tipo de ambientes.
Sección de ataque y corte en una cantera de travertino |
Llegados a este punto, y una vez resueltos en su mayor parte los aspectos geológicos y formativos que intervienen en la génesis del travertino, acercaremos la mirada a su estructura petrográfica, y las particularidades de su comportamiento material, en una aproximación mucho más mundana y funcional de las cualidades reunidas en torno al travertino.
Estructura y características.
Como resultado de todo lo anterior podemos afirmar que el travertino es una roca caliza carbonatada de origen sedimentario, derivada de los procesos químicos resultantes de la precipitación de bicarbonato de calcio disuelto en agua y su posterior deposición en carbonato cálcico sobre soportes principalmente vegetales. Esta secuencia de particularidades constitutivas hacen que el travertino no pueda ser considerado un mármol en sentido estricto debido a la total ausencia de metamorfismo en sus procesos formativos -variaciones estructurales en el interior de la corteza terrestre como resultado de la presión y la temperatura- como cualidad nuclear que distingue a los mármoles, aún con todo, mármol y travertino siendo dos cerezas diferentes están cogidas por el mismo pedúnculo al tratarse este último de una caliza pulimentable con un elevado grado de reflectancia a la luz y una excelente respuesta al brillo, en términos coloquiales y en sentido laxo, puede, por tanto, hablarse de mármol travertino.
Petrográficamente el 95% de su estructura corresponde a carbonato cálcico en forma de calcita, el 5% restante de su composición está formado por minerales accesorios: cuarzo, óxidos e hidróxidos de hierro, manganeso, azufre, yeso, mica blanca, cloritas, etc. Su característico aspecto bandeado, fruto de las distintas fases de sedimentación nos invita a reconocer su génesis formativa encapsulando tiempos geológicos lejanos asociados a las huellas incorporadas dentro de su masa lítica: tallos, hojas, algas, ect., y más raramente pequeños organismos: minúsculos invertebrados terrestres o moluscos de agua dulce dando cuenta de sus propiedades morfogenéticas junto a las incisiones, oquedades y líneas vacuoladas que dan al travertino ese aspecto de esponjoso hormigonado. Su apariencia cromática despliega una hermosa paleta de colores cálidos y texturados que pueden ir de los blancos rotos y grises al beige y avellana transitando por amarillos dorados de base rosada o marrón.
Bloque canteado de travertino gris dispuesto para tablearse |
Acabaremos con una de las características aspectuales más destacadas y menos conocidas en el comportamiento del travertino, cuando este queda expuesto al aire libre y los rigores del paso del tiempo, esto sucede principalmente en los travertinos de tonos más claros, y se conoce con el nombre popular de "hacer piel". Se trata de una suave pátina amarilleante que parece sugerir el envejecimiento dérmico de la piedra y que generalmente es debido a la oxidación de sales ferrosas que contienen, muy en particular los cristales de pirita asociados a la masa del material que al transformarse en limonita -un oxido masivo del hierro-, confiere ese característico color rubio tan típico de muchos travertinos. Esta cualidad encalidece el material haciendo vibrar la piel con las cambiantes condiciones de exposición a la luz que actúan sobre la textura de los poros, haciendo del travertino una piedra muy apreciada por la originalidad cromática que despliegan sus expresivos caracteres.
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