jueves, 25 de octubre de 2018

El pulidor de mármol como sujeto del arte.Una mirada crítica sobre la dignidad de un oficio

EL PULIDOR DE MÁRMOL Y SU DESNUDA EVOCACIÓN A TRAVÉS DE LA PINTURA
                         
Pintura de Touluse de Lautrec
" Le polisseur de marbre " de Henri Touluse de Lautrec ( 81,3 x 65,15 cm. )

No resultará en nada ocioso tener que iniciar estas líneas admitiendo que no soy un experto en pintura, y que por tanto, no dispongo del necesario bagaje ni los suficientes conocimientos para someter a escrutinio una obra de arte. Por tratar de hacer más elocuente lo palmario de mis carencias, diríase que estoy lejos de poder atribuirme los rudimentos de juicio que sobre la cuestión pudieran guiar a un obstinado y tenaz autodidacta, que valiéndose de nociones pergeñadas, de aquí y de allá, salieran en mí auxilio para sostener un análisis de arreglo formal con el que poder satisfacer el mínimo exigido a una reseña de tono académico. Bien al contrario, pertenezco a la numerosa legión del común de los mortales, un profano con inclinaciones estéticas que no desoye ni desprecia la sensual experiencia de contemplar cualquier manifestación artística y es únicamente a partir de esa premisa desde la que me asomo libre de prejuicios a la contemplación de "El pulidor de mármol" un óleo sobre lienzo nacido de la mano y los pinceles de Henri de Tolouse-Lautrec y pintado, según las fuentes consultadas, entre los años 1882-1887; propiedad del Princenton University Art Museum de New Jersey, y encuadrado dentro de la corriente postimpresionista. 

Las razones que suscitan mi interés personal por aproximar el arte a este post sobrevienen por motivos obvios: la estrecha relación que la obra guarda con la naturaleza de nuestro trabajo; y el leitmotiv de este blog, que no es otro, que tratar de conjugar diferentes aspectos e intereses que de una u otra forma puedan trascender el mero ámbito corporativo del mismo; sustentados en una modesta pero a su vez ambiciosa dimensión divulgativa que vaya un paso más allá de la mera enumeración de aspectos técnicos y contingentes y que puedan hacernos cobrar una mirada distinta y ecléctica sobre estos intereses.

Autor de Le polissieur de marbre
Henri Touluse de Lautrec. Autor de la obra
 
Sólo, desde esa perspectiva, como digo, veo en el cuadro de Touluse de Lautrec materializarse límpidamente un emotivo tributo a nuestro oficio, una imagen evocadora del trabajo menestral, que lamina literalmente cualquier atisbo de épica, y que sin embargo, dota curiosamente, de una superadora dignidad la postración postural del personaje, que con una gestualidad severa mantiene la cabeza firmemente erguida y la mirada al frente, lo que le hace adoptar una actitud casi desafiante, en un extraño paralaje, donde la cabeza alzada, disputa, en una forzada contorsión la inclinación natural que acompaña al tronco y la disposición de las extremidades. En todo ello advierto una feroz y la vez delicada composición que delata una búsqueda de paradójicos equilibrios. Sorprende la poderosa luminosidad que transmite el cuerpo desnudo del protagonista, en contraste con el ámbito que lo rodea, y como aquel, recoge toda la tensión asociada al empleo de la piedra de pulido en su imaginario desplazamiento. Según he podido averiguar, el forzado recurso al desnudo de su protagonista, no es más que una forma de protesta frente al arte académico, donde los desnudos quedaban reservados para héroes clásicos o míticos, muchos de ellos, representados frecuentemente en actitud de solemne teatralidad y en rebuscadas y artificiosas posturas. 


Sea como fuere, tomo para mis intereses toda la carga simbólica de la obra, la que hubo en el imaginario de su autor en el momento de crearla, y las excrecencias críticas de las que yo me haya podido servir en la libre y desancomplejada interpretación de la misma. De hecho, no quisiera concluir sin dejar de mencionar la perturbadora idea que me ha acompañado durante la mayoría de los minuciosos visionados que le  he dedicado a la obra; se trata, de una inexplicable atmósfera de santidad que por momentos parece adueñarse del cuadro, yo la llamaría, una pagana santificación del personaje, muy próxima a lo que la tradición recoge en las clásicas evocaciones religiosas de patronos y santos martirizados. Nada más alejado de mí ánimo que resultar irreverente, pero si el oficio admitiese poder santificarse no cabría iconografía mas reveladora y perfecta que este cuadro. 


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