Detalle de teselado geométrico con motivo floral en un mosaico romano |
Cabría preguntarse, sin más pretensión intelectual que la de una estimulante conjetura urdida al hilo del libre albedrío; cuál debió ser el momento que alumbrara por vez primera la feliz idea de habilitar los suelos sobre los que se caminaba en superficies más cómodas y amables. Cabe suponer, que originalmente estas, huérfanas de cualquier tipo de acondicionamiento, oscilarían dentro del inestable equilibrio que alterna polvo y barro y su ciclo inverso, lo que ya apuntaría plausiblemente como razonable teoría para tratar de sortear a estos molestos huéspedes mediante superficies más saneadas, y por ende, susceptibles de poder ser lavadas y tratadas. Dando lugar, quizás a partir de ese incierto momento, a una nueva técnica constructiva que desde aquellos lejanos tiempos y sometida a los vaivenes de materiales y modas ha seguido haciendo fortuna hasta nuestros días.