Detalle de teselado geométrico con motivo floral en un mosaico romano |
Cabría preguntarse, sin más pretensión intelectual que la de una estimulante conjetura urdida al hilo del libre albedrío; cuál debió ser el momento que alumbrara por vez primera la feliz idea de habilitar los suelos sobre los que se caminaba en superficies más cómodas y amables. Cabe suponer, que originalmente estas, huérfanas de cualquier tipo de acondicionamiento, oscilarían dentro del inestable equilibrio que alterna polvo y barro y su ciclo inverso, lo que ya apuntaría plausiblemente como razonable teoría para tratar de sortear a estos molestos huéspedes mediante superficies más saneadas, y por ende, susceptibles de poder ser lavadas y tratadas. Dando lugar, quizás a partir de ese incierto momento, a una nueva técnica constructiva que desde aquellos lejanos tiempos y sometida a los vaivenes de materiales y modas ha seguido haciendo fortuna hasta nuestros días.
La historiografía nos acerca a una secuencia espaciotemporal que sitúa los primeros mosaicos de los que se tiene noticia en tierras de Mesopotamia. Será, no obstante, en el antiguo Egipto, el de las primeras dinastias, y casi paralelamente en la isla de Creta durante el periodo minoico las que hagan un uso más creativo y suntuoso decorando sus palacios y templos, los mismo que causaran, la admiración y el asombro de la Grecia clásica y de los que tomará prestado su espíritu hasta helenizar su técnica, extendiéndolos y generalizándolos a su vez por toda Asia Menor. Cuando Roma en su ambicioso sueño imperial, y ya; como un omnímodo poder militar someta a todo el mundo griego, hará lo propio adaptándolo al ecléctico gusto romano y dotándolo de un vigor y una maestría desconocida hasta entonces. Momento este, en el que el mosaico se romaniza para dar lugar a una ingente producción que se distribuirá desigualmente por todo el imperio romano.
Etimológicamente la palabra mosaico procede del latín musivus -a -um y esta del griego μοῦσαι mousai. El imaginario mítico romano consideraba de tan elevada y elegante ejecución el arte del mosaico que no tenía ningún reparo en atribuir su realización al quehacer de las musas o la mediadora inspiración de estas. Si bien, nos vamos a ocupar exclusivamente del mosaico pavimental, no debemos olvidar que existe una abundantísima producción previa de mosaico mural "opus musivum", que en un progresivo y gradual espacio de tiempo se descolgará de los muros para precipitar toda su majestuosidad sobre el suelo de pabellones, recintos y estancias con una marcada y notoria vocación decorativa. Con todos estos antecedentes vamos a tratar de establecer un catálogo con los atributos de las principales creaciones en mosaico romano y como cada una de ellas se proyecta y manifiesta en su particular naturaleza.
1. "Opus signinum" en distribución irregular 2. Primeras composiciones con motivos geométricos |
Con el "opus signinum" probablemente estemos frente a una de las más remotas y rudimentarias manifestaciones de mosaico romano. Si bien, algunas fuentes, le disputan su adscripción a esta técnica por considerar su empleo estrictamente ligado al ámbito de los materiales utilizados para la construcción de encofrados en estructuras hidráulicas con fines de conducción y almacenamiento de agua, este sería el caso del arquitecto Vitruvio Polión; otras, como la del naturalista Plinio el Viejo, aceptan su uso sin ninguna reserva como uno de los primeros esbozos de pavimento romano. Sea como fuere, y quizás, impulsados por un rapto de infantil romanticismo, vemos, coincidiendo con Plinio, el cabo de un hilo conductor lo suficientemente coherente como para atisbar la idea de que pueda tratarse de uno de los primeros ensayos de pavimento; por la nada peregrina idea del razonable progreso que media entre lo más grosero y lo más sofisticado. Polémicas a parte, y ya en el terreno de los datos objetivos, podemos señalar que su nombre procede de una zona cercana a Roma, llamada "Signae", conocida hoy con el nombre de Signi, famosa por el color rojizo de sus tierras y base cerámica para la elaboración de tejas, estas, troceadas en pequeños fragmentos, mezcladas con cemento y por último firmemente compactadas conforman el agregado que da nombre a este pavimento (Img.1), y por extensión, a otro tipo de técnica constructiva conocida con el nombre de "opus caementicium" ó "caementiciae" que podemos traducir por obra de escombros. Lo cierto es que el paso del tiempo lo condujo progresivamente a un relativo refinamiento, mediante la inserción de pequeñas piedras escogidas, básicamente mármol y otras calizas, para ir dejando de lado a partir de ese momento su irregular distribución de etapas iniciales con la idea de crear las primeras disposiciones geométricas, que aunque toscas, muestran un declarado caracter decorativo más allá de lo puramente funcional (Img.2). Este pavimento sería el antecedente más lejano del "cocciopesto" italiano un precursor a su vez de la terraza veneciana.
Planta con anudados geométricos de "opus tessellatum" |
OPUS TESSELLATUM.
El "opus tessellatum" es en no pocos aspectos la cumbre canónica de la mejor elaboración de mosaico romano no figurativo. Sus realizaciones muestran a las claras una premeditada voluntad artística que rebasa con mucho la limitada funcionalidad del suelo como soporte pavimental, transformando a este, en receptor de un nuevo escenario para la búsqueda y la experimentación estética. Da su nombre a este pavimento la palabra tesela que proviene del latin tessella -ae, que a su vez viene del griego τεσσερες, y que puede ser traducido por cuatro, cubo. Estas teselas, en su mayoría ganadas al mármol y otras calizas duras de diferentes policromías, se obtenían cortando el mármol en finas láminas de no menos de 1 centímetro, para luego; mediante cortes verticales y horizontales a modo de cuadrícula obtener las piezas sueltas que compondrían el rompecabezas del futuro mosaico. En un intento por embellecer aún más sus resultados estéticos, fundirán vidriados sobre las teselas, añadiéndoles diferentes óxidos de metal, vertiendo este encima de una superficie lisa para que se enfriara y se endureciera. A continuación; con una herramienta afilada, la lámina de vidrio coloreado era cortada en tiras y luego en cubos. Las teselas de oro y plata se obtenían colocando pan de oro o plata encima de una lámina de vidrio de tono pálido, la superficie se cubría con una fina capa de vidrio empolvado y se calentaba en un horno para sellar el oro y la plata entre las capas de vidrio; por último, se dividía la lámina en cubos. La disposición de sus composiciones y simetrías lo emparentan como un lejano precedente del gres de nolla; este, en versión gresificada. Dentro de esta misma técnica compositiva, pero en su vertiente exclusivamente figurativa, y con un mayor grado de virtuosismo en su ejecución nos encontramos con otra muestra diferente de pavimento, en este caso, el "opus vermiculatum".
Para concluir este inventario con el que hemos recorrido buena parte de las mejores manifestaciones de mosaico romano; deteniéndonos a escudriñar su técnica compositiva y todo el registro pormenorizado de las particularidades que despliega su cara visible, las que a la postre, determinan cada una de sus singularidades nominales dentro del catálogo de elaboraciones de pavimento romano. Dirigiremos ahora nuestra mirada a desentrañar los secretos de su cara oculta. La parte hurtada a los ojos que subyace bajo todo el conjunto y es el fundamento de su entramado constructivo.
El "opus tessellatum" es en no pocos aspectos la cumbre canónica de la mejor elaboración de mosaico romano no figurativo. Sus realizaciones muestran a las claras una premeditada voluntad artística que rebasa con mucho la limitada funcionalidad del suelo como soporte pavimental, transformando a este, en receptor de un nuevo escenario para la búsqueda y la experimentación estética. Da su nombre a este pavimento la palabra tesela que proviene del latin tessella -ae, que a su vez viene del griego τεσσερες, y que puede ser traducido por cuatro, cubo. Estas teselas, en su mayoría ganadas al mármol y otras calizas duras de diferentes policromías, se obtenían cortando el mármol en finas láminas de no menos de 1 centímetro, para luego; mediante cortes verticales y horizontales a modo de cuadrícula obtener las piezas sueltas que compondrían el rompecabezas del futuro mosaico. En un intento por embellecer aún más sus resultados estéticos, fundirán vidriados sobre las teselas, añadiéndoles diferentes óxidos de metal, vertiendo este encima de una superficie lisa para que se enfriara y se endureciera. A continuación; con una herramienta afilada, la lámina de vidrio coloreado era cortada en tiras y luego en cubos. Las teselas de oro y plata se obtenían colocando pan de oro o plata encima de una lámina de vidrio de tono pálido, la superficie se cubría con una fina capa de vidrio empolvado y se calentaba en un horno para sellar el oro y la plata entre las capas de vidrio; por último, se dividía la lámina en cubos. La disposición de sus composiciones y simetrías lo emparentan como un lejano precedente del gres de nolla; este, en versión gresificada. Dentro de esta misma técnica compositiva, pero en su vertiente exclusivamente figurativa, y con un mayor grado de virtuosismo en su ejecución nos encontramos con otra muestra diferente de pavimento, en este caso, el "opus vermiculatum".
Composición mitológica del Dios Neptuno en "opus vermiculatum" |
OPUS VERMICULATUM.
Dentro de lo que se podría catalogar como paradigma de la mejor muestra de elegancia y refinamiento, el "opus vermiculatum" emerge como la manifestación técnica más depurada en la elaboración de mosaicos. Al abordar contenidos figurativos se ve forzada a aumentar y multiplicar sus detalles compositivos, ocupando y matizando, áreas de la obra antes inimaginables. Para tratar de hacer frente a este desafío creativo reducirá en extremo el tamaño de sus teselas, conduciendo y orientando, sus propuestas en paralelo a la pintura, lugar del que por momentos se nos antoja toma prestados sus presupuestos temáticos, y su inspirador aliento. Sobre este particular, se ha especulado abundantemente entre especialistas, dando lugar a opiniones encontradas; aquellos, que le adjudican una irrenunciable relación de dependencia y los que ven unos presupuestos metodológicos ajenos a la pintura; para estos, mucho más libre esta en su temática y con un mayor grado de penetrabilidad artística que el mosaico. En cualquier caso; la profusión de sus detalles y la exigente técnica para su realización solo podía quedar en manos de experimentados artistas. El nombre de "opus vermiculatum" procede del diminutivo latino vermiculus, y este, de vermis-is gusano, que en el uso figurado de una afortunada alegoría, alude a los contornos tenues y compensados que producen el efecto de fluido y suave halo en sus composiciones, como el sinuoso movimiento de los gusanos. Por último, cabe destacar el uso bastante extendido dentro de esta técnica de "emblematas", composiciones dispuestas en forma de panel que recreaban diferentes y variadas temáticas: marinas, cinegéticas, mitológicas e incluso textos alfanuméricos. Emblemas que se engastaban dentro de otros "opus", lo fue muy frecuente en el "tessellatum", para aportar un mayor grado de distinción y exclusividad al acabado del mosaico y como un signo de indiscutible prestigio elitista entre sus poseedores.
Dentro de lo que se podría catalogar como paradigma de la mejor muestra de elegancia y refinamiento, el "opus vermiculatum" emerge como la manifestación técnica más depurada en la elaboración de mosaicos. Al abordar contenidos figurativos se ve forzada a aumentar y multiplicar sus detalles compositivos, ocupando y matizando, áreas de la obra antes inimaginables. Para tratar de hacer frente a este desafío creativo reducirá en extremo el tamaño de sus teselas, conduciendo y orientando, sus propuestas en paralelo a la pintura, lugar del que por momentos se nos antoja toma prestados sus presupuestos temáticos, y su inspirador aliento. Sobre este particular, se ha especulado abundantemente entre especialistas, dando lugar a opiniones encontradas; aquellos, que le adjudican una irrenunciable relación de dependencia y los que ven unos presupuestos metodológicos ajenos a la pintura; para estos, mucho más libre esta en su temática y con un mayor grado de penetrabilidad artística que el mosaico. En cualquier caso; la profusión de sus detalles y la exigente técnica para su realización solo podía quedar en manos de experimentados artistas. El nombre de "opus vermiculatum" procede del diminutivo latino vermiculus, y este, de vermis-is gusano, que en el uso figurado de una afortunada alegoría, alude a los contornos tenues y compensados que producen el efecto de fluido y suave halo en sus composiciones, como el sinuoso movimiento de los gusanos. Por último, cabe destacar el uso bastante extendido dentro de esta técnica de "emblematas", composiciones dispuestas en forma de panel que recreaban diferentes y variadas temáticas: marinas, cinegéticas, mitológicas e incluso textos alfanuméricos. Emblemas que se engastaban dentro de otros "opus", lo fue muy frecuente en el "tessellatum", para aportar un mayor grado de distinción y exclusividad al acabado del mosaico y como un signo de indiscutible prestigio elitista entre sus poseedores.
"Opus sectile" en composición geométrica con mármoles polícromos |
OPUS SECTILE.
Vamos por último a ocuparnos del "opus sectile", que a diferencia de todo lo visto hasta este momento, prescindirá del uso de teselas; dotando de un considerable tamaño los segmentos de piezas empleadas, para componer una geometría pavimental basada en el corte de secciones delgadas, generalmente de mármol y en menor medida ónix, nacar, pasta de vidrio y otros materiales. Con tamaños y formas irregulares, hará encajar estas, y sus desigualdades perimetrales, en un conjunto de apariencia fisurada y venosa, evocado por la visible red de conexiones arborescentes que dibuja el caprichoso recorrido de sus juntas. Aunque pudiera parecer que esta técnica, por el tamaño de los fragmentos de sus piezas no admite temáticas figurativas, hay una buena muestra de ellas; aunque obviamente, no alcancen la precisión ni el grado de definición que puede conseguirse mediante el teselado. Con algún más que dudoso rigor etimológico, algunas fuentes, hacen derivar su nombre del latin "sectur", con significado de cortar, en referencia al corte de las lastras empleadas en su elaboración.
Vamos por último a ocuparnos del "opus sectile", que a diferencia de todo lo visto hasta este momento, prescindirá del uso de teselas; dotando de un considerable tamaño los segmentos de piezas empleadas, para componer una geometría pavimental basada en el corte de secciones delgadas, generalmente de mármol y en menor medida ónix, nacar, pasta de vidrio y otros materiales. Con tamaños y formas irregulares, hará encajar estas, y sus desigualdades perimetrales, en un conjunto de apariencia fisurada y venosa, evocado por la visible red de conexiones arborescentes que dibuja el caprichoso recorrido de sus juntas. Aunque pudiera parecer que esta técnica, por el tamaño de los fragmentos de sus piezas no admite temáticas figurativas, hay una buena muestra de ellas; aunque obviamente, no alcancen la precisión ni el grado de definición que puede conseguirse mediante el teselado. Con algún más que dudoso rigor etimológico, algunas fuentes, hacen derivar su nombre del latin "sectur", con significado de cortar, en referencia al corte de las lastras empleadas en su elaboración.
Para concluir este inventario con el que hemos recorrido buena parte de las mejores manifestaciones de mosaico romano; deteniéndonos a escudriñar su técnica compositiva y todo el registro pormenorizado de las particularidades que despliega su cara visible, las que a la postre, determinan cada una de sus singularidades nominales dentro del catálogo de elaboraciones de pavimento romano. Dirigiremos ahora nuestra mirada a desentrañar los secretos de su cara oculta. La parte hurtada a los ojos que subyace bajo todo el conjunto y es el fundamento de su entramado constructivo.
Sección transversal de mosaico romano y sus fundamentos constructivos |
El primero de los desafíos que plantea la construcción de un mosaico romano consiste en la excavación de una fosa que alcance a todo el perímetro sobre el que ha de descansar el pavimento, con la suficiente profundidad, como para ser capaz de recibir el grueso de todos sus estratos. El primero de estos, distribuido sobre el fondo del lecho y en contacto directo con el terreno, se le conoce con el nombre de "statumen", algo así, como el cimiento de toda la estructura, consistente en un erizado de piedras de tamaño medio que darán firmeza y solidez a todo el conjunto. Sobre esta disposición empedrada se colocará el "rudus", una segunda capa formada por tres partes de grava combinada con piedras, no mayores que las que alcance encerrar la palma de la mano, y una última de cal, con un grueso entorno a los 25 cm. Sobre esta el "nucleus", la última de todas las secciones del conglomerado de sostén, formada por tres partes de triturado cerámico y una de cal, con un grosor aproximado de 12 cm. En el firme de esta capa se incrustaran las "tesselles", aplicando sobre ellas una lechada de cal que fijará y sellará los intersticios entre piezas. Una vez completamente seco todo el pavimento se procederá al pulido, mediante una mezcla de polvo de mármol, arena y cal, con el evidente propósito de afinar y lustrar su acabado.
Llegados al momento de poner punto final a toda esta prolija exposición, siento la obligación de reflexionar sobre el contenido de una cuestión, que aunque menor, creo en justicia que merece ser subrayada. Me voy a referir, al anonimato que en la mayoría de los casos parece haber acompañado a estos desconocidos, cuando no, ignorados artistas, y de su más que discutida e incierta gloria, si es que en algún momento llegaron a gozarla entre sus contemporáneos. Si así fue, justo premio el de su reconocimiento, pues; la posteridad se a encargado torticeramente de eliminar cualquier vestigio. Eso sí, con escasa fortuna. Ignorar su autoría no ha podido evitar que sus obras, que les han sobrevivido en siglos, hayan llegado hasta nuestros días con todo su exquisito bagaje estético, para contarnos más de lo que cualquier relato pudiera contener entre sus líneas. Que hubo un tiempo en el que diligentes y experimentadas manos se ocuparon del noble oficio de cubrir con belleza y talento artístico superficies concebidas hasta entonces para su exclusivo uso funcional, lo que en pocas palabras, no es mas, que uno de los rasgos definitorios de los mas altos grados de civilización: transformar lo útil en bello. Valgan, pues, estas modestas líneas como justo desagravio a su olvido y en merecido tributo a su memoria. "Haec ego non multis scribo, sed tibi".
Vestíbulo contemporáneo solado en mosaico romano |
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